jueves, 22 de agosto de 2013
Rehén y represor comparten su desprecio por el mundo, dice experto.
El síndrome de Estocolmo surgió hace 40 años de una toma de rehenes en Suecia; a pesar del tiempo sigue siendo un misterio, ya que no se ha comprendido del todo, incluso el secuestrador por el que se dio a conocer dice que no es un síndrome.
Un hombre puede describir exactamente las manifestaciones del síndrome: Jan-Erik Olsson, quien se acuerda del extraño giro que tomó su asalto a una agencia Kreditbanken del centro de la capital sueca, el 23 de agosto de 1973.
Armado con una pistola automática, tomó a cuatro empleados como rehenes. “Los rehenes se pusieron más o menos de mi parte, protegiéndome en algunas situaciones para que la policía no me matara”, relató el hombre de 72 años.
“Bajaron incluso a los baños, y la policía quería mantenerlos allí, pero regresaron”, detalló.
Durante cinco días, los suecos quedaron fascinados por la transmisión del hecho en directo.
El secuestrador pidió dinero, armas y un auto, además logró que la policía sacara de la cárcel a uno de los criminales más peligrosos del país, el asaltante Clark Olofsson, con quien tenía una amistad.
Olsson irrumpió diciendo: “¡El partido apenas comienza!”.
“Se podía ver el miedo en sus ojos. Solo quería asustarlos. Nunca fui condenado por algo particularmente violento”, relató.
La angustia luego dio paso a sensaciones menos conocidas.
Una rehén, Kristin Enmark, lo explicó en una entrevista telefónica: “No tengo el más mínimo miedo de Clark y del otro tipo. Tengo miedo de la policía. ¿Ustedes comprenden? Créanme o no, pero aquí hemos pasado muy buenos momentos”.
El término del síndrome de Estocolmo fue creado por el psiquiatra estadunidense Frank Ochberg.
Convertido en una eminencia en la materia, recientemente prestó testimonio en el proceso de Ariel Castro, quien secuestró durante 10 años a tres mujeres en su casa de Cleveland, Estados Unidos.
Definió tres criterios del síndrome: “Atracción, incluso amor” del rehén por su secuestrador, reciprocidad y finalmente desprecio de ambos por el mundo.
Los secuestros comienzan de manera brutal, con rehenes que solo piensan en la muerte.
“Muy pronto se les niega el derecho a hablar, moverse, ir al baño, comer. Luego se les dan esas posibilidades y cuando las obtienen experimentan (...) lo que se siente cuando somos recién nacidos y cercanos a nuestra madre”, según Ochberg.
Al principio hubo tendencia a considerarlo como algo sistemático. Pero negociadores del FBI pusieron en duda su prevalencia, y el síndrome “ha vuelto, creo, a su lugar”, considera Ochberg.
“Una vez liberada la persona, puede sentirse más allegada a su secuestrador que a sus amigos y familia”, dijo Ochberg.
En lo que respecta Jean-Erik Olsson, recibió en la cárcel la visita de dos de sus rehenes. Fue liberado en 1980. Ahora es incapaz de afirmar si el síndrome de Estocolmo existe. “¿Qué es un síndrome? No sé nada de eso”.
Fuente: AFP
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