martes, 17 de septiembre de 2013

Paracharrería, la nueva disciplina para discapacitados.

Surgió hace tres años y la ejercitan 24 personas, desde paralíticos hasta ciegos, quienes buscan impulsarla para que se practique en todo el país. Sus integrantes son originarios de Jalisco, Estado de México, Hidalgo, Querétaro, Chihuahua y DF. Sentado en su silla de montar, Salvador Espinosa se transforma en un vaquero del oeste. Se ve seguro con su camisa azul, pantalón de mezclilla, sombrero color miel, botas, chaparreras cafés y una reata que cuelga de su cintura con un solo objetivo: intentar lazar esa vaquilla negra que lo espera en el ruedo. Uno, dos, tres, cuatro, cinco… son los nudos ciegos que quedaron ajustados a su cadera, muslos y pies; ahora sí no hay manera de caerse de su caballo Doctor. Gracias a la faja que sostiene su espalda, Salvador monta con garbo, tira la rienda y el animal responde al avanzar despacio hacia el ruedo. No hay duda: ¡es un paracharro! “Soy el único que monta a caballo sin poder mover las piernas; por eso me tienen que amarrar a Doctor, al que controlo únicamente con las manos. Al principio me caí varias veces, pero pedí que me levantaran y me volvieran a subir; decían que estábamos locos porque no entendían cómo —después de estar en sillas de ruedas— queríamos arriesgarnos en un caballo, y mire ¡aquí estamos! La suerte que yo practico es la terna (lazar al toro) y algo de floreo (figuras en el aire) con la reata”, detalla Salvador, quien además es basquetbolista paralímpico del equipo mexiquense. La paracharrería es una disciplina joven que nació hace tres años cuando la doctora Norma Patiño (entonces integrante de la Federación Mexicana de Charrería) se preguntó: ¿cómo hacer que los jinetes discapacitados no abandonen este deporte nacional? “Es una actividad de alto riesgo, pues una caída del caballo puede ser leve o mortal; hay quienes quedaron paralíticos o perdieron dedos al realizar una suerte”, explica esta mujer rubia, ojiverde, que hoy preside la Federación de Paracharrería que (por ahora) se compone de un caballo y 24 integrantes. Entre ellos hay amputados, un sordo, un ciego, otros con lesión en médula, síndrome de Down y deficiencia intelectual. Todos son originarios de Jalisco, Estado de México, Hidalgo, Querétaro, Chihuahua y Distrito Federal; algunos fueron charros y el resto son atletas paralímpicos invitados que aprendieron sobre la marcha. Oficialmente debutaron en los Juegos Parapanamericanos de 2011 de Guadalajara, dentro de las actividades culturales. Por obvias razones, la paracharrería tiene su reglamento propio; por ejemplo, la charrería tradicional usa toros y vaquillas bravas cuyo peso promedio es de 500 kilos; la paracharrería utiliza ganado de menor peso y mayor docilidad. Mientras un charro debe rendir al toro hasta que caiga, los paracharros solo deben lazar su cabeza o patas, y reciben puntos extras según el tipo de discapacidad que presenten. Pero la regla de oro es que en el ruedo deben estar acompañados de varios charros, quienes deben apoyarlos en caso de imprevistos. Gabriela Sánchez tiene secuelas de la enfermedad de Guillain-Barré, un trastorno que afecta al sistema nervioso. Aunque camina con bastón, ella prefiere usar la silla de ruedas para ganar tiempo y velocidad. Pese a que también es basquetbolista paralímpica, siempre ha gustado de la fiesta mexicana. “Me encanta el ambiente; si no canto ranchero es porque no sé, pero cuando canto lo hago con mucho sentimiento”, dice. Lleva puesto un vestido rojo con bordados en el pecho; es tan lindo que lo luce orgullosa, aunque su amplia falda de olanes este reprimida bajo la ancha cinta que su silla de ruedas marca a la altura de los muslos. Solo así no se enredará con las ruedas de la silla. Dentro de la escaramuza charra cabalga junto a su esposo Salvador, pero no realiza ningún tipo de suerte peligrosa. Juan Manuel García es otro paracharro que luce elegante en su traje beige con botonadura metálica café. Montado en otro caballo, saca su reata mientras en el altavoz del lienzo charro de la Villa leen su currículum: le faltan tres dedos en la mano derecha y estuvo en coma seis meses. Su primera demostración es con Salvador, y juntos logran someter a la vaquilla negra. Pero, sin duda, su mejor demostración es el paso de la muerte, donde, en segundos, brinca de un caballo a otro en movimiento y sin caerse. Su esfuerzo es recompensado con el aplauso del público, al que responde con gran sentido del humor: “¡Es porque somos los chuecos!”. Al final de la exhibición aparece Manuela Castellanos, quien, además de ser reina de la paracharrería, es bailarina y medallista nacional e internacional. Pese a estos logros, ella reconoce que su mejor experiencia ha sido caerse de un caballo para luego volverse a subir. “Es una adrenalina especial, un reto al animal y a uno mismo porque terminas por perder el miedo”, dice. Orgulloso, el equipo que comanda Norma Patiño regresa a la zona trasera del lienzo, donde los caballos serán “catafixiados” por las sillas de ruedas. La Federación Mexicana de Charrería asegura que, en un corto plazo, buscará que la paracharrería se practique en todos los estados del país a fin de que personas con capacidades diferentes se decidan a participar en este deporte nacional. Luego se evaluará la posibilidad de exportarla a la Unión Americana y otros países. Mientras eso ocurre su presidente, Miguel Ángel Pascual, se reunió ya con integrantes de la Conferencia Nacional de Gobernadores quienes apoyaron su propuesta para que la charrería forme parte de las Olimpiadas nacionales. “Y detrás de ésta irá la paracharrería”, aseguró. Artículo escrito por Érika Flores
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